Páginas

martes, 12 de mayo de 2009

¿Por qué admiro a ciertas culturas?

Quienes me conocen mejor ya saben que tengo cierta debilidad por los indios norteamericanos... Vale, en general por las culturas precolombinas de toda América, pero quizás porque son los que más conozco, los norteamericanos se llevan la palma...

Quienes me conocen mejor ya saben que admiro a esas culturas que se consideran una con el entorno que les rodea, que no se creen por encima de todo, sino parte de todo.

Quienes me conocen mejor ya saben la rabia que me provoca que los indios norteamericanos hoy en día estén poco mejor que si estuvieran enjaulados en un zoo.

Hoy os dejo algo que seguramente conoceréis, aunque sea de oídas. Una carta que a mí me llega muchísimo cada vez que la leo... La carta que escribió el jefe Seattle al presidente de los Estados Unidos de América, que en 1854 era Franklin Pierce, en respuesta a la oferta de comprar las tierras de la tribu Suwamish.

¿Por qué admiro a esta cultura? La respuesta está entre esas líneas (es larguito, pero merece la pena):

El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. El Gran Jefe también nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington podrá confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos podrán confiar en la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas.

¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? Lo decimos oportunamente. Habeis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo. La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de piel roja.

Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se van a caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan esta hermosa tierra porque ella es la madre del hombre de piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las fragantes flores son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia. "Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras, es mucho lo que pide. El Gran Jefe manda decir que nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre nosotros. El será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Mas, ello no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua centelleante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos estas tierras, tendréis que recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a vuestros hijos que lo son y que cada reflejo fantasmal en las aguas claras de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras, deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos y hermanos de vosotros; deberéis en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daréis a cualquier hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermano sino su enemigo. Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino. Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja de la tierra a sus hijos sin que le importe. Olvida la sepultura de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos y cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará la tierra y dejará tras sí sólo un desierto.

No lo comprendo. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra. La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja. Pero quizá sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escucharse como se abren las hojas de los árboles en primavera o como aletean los insectos. Pero quizá sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas. El ruido de la ciudad parece insultar los oídos. ¿Y qué clase de vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna? Soy un hombre de piel roja y no lo comprendo. Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la cala del lago y el olor del mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la fragancia de los pinos.

El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre. El hombre blanco parece no sentir el aire que respira. Al igual que un hombre muchos días agonizante, se ha vuelto insensible al hedor. Mas, si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que sustenta. Y, si os vendemos nuestras tierras, debéis dejarlas aparte y mantenerlas sagradas como un lugar al cual podrá llegar incluso el hombre blanco a saborear el viento dulcificado por las flores de la pradera.

Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, pondré una condición: que el hombre blanco deberá tratar a los animales de estas tierras como hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de conducta. He visto miles de búfalos pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el hombre blanco que les disparó desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como el humeante caballo de vapor puede ser más importante que el búfalo al que sólo matamos para poder vivir. ¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales hubiesen desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu. Porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir también al hombre. Todas las cosas están relacionadas entre sí.

Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, debéis decir a vuestros hijos que la tierra está plena de vida de nuestros antepasados. Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñados a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen el suelo se escupen a sí mismos.

Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia.

El hombre no tejió la trama de la vida; él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo. Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, queda exento de destino común. Después de todo, quizás seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizás el hombre blanco descubra un día: nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar ahora que Él les pertenece lo mismo que desean que nuestras tierras les pertenezcan; pero no es así. Él es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable para Él y si se daña se provocaría la ira del Creador. También los blancos se extinguirán, quizás antes que las demás tribus.

Si contamináis vuestra cama, moriréis alguna noche sofocados por vuestros propios desperdicios. Pero aún en vuestra hora final os sentiréis iluminados por la idea de que Dios os trajo a estas tierras y os dio el dominio sobre ellas y sobre el hombre de piel roja con algún propósito especial. Tal destino es un misterio para nosotros porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambres parlantes. ¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Así termina la vida y comienza la supervivencia...

9 personas salieron a descubierto.

  1. Qué grande la carta del jefe Seattle. A mí me parece un testamento del hombre libre; el momento en el que el hombre de hoy (el que da la espalda a la naturaleza) venció al hombre de ayer, el que era un animal.
    Así nos va... bsts.

    ResponderEliminar
  2. Filosofías completamente opuestas, integrarse en el ambiente o modificarlo para que se adapte a ti. Sin embargo, el ser humano siepre tiende a la segunda, supongo que hoy en día sería completamente imposible tener a todo el mundo mundial integrado en el entorno.

    ResponderEliminar
  3. No le hicieron ni caso. Los intereses estan por encima de la justicia. Y lo llaman progreso!!

    ResponderEliminar
  4. Javier, yo lo que digo es que si el jefe Seattle era un salvaje, yo no quiero ser "civilizada"...

    Míster, yo creo que el ser humano se ha acostumbrado demasiado a las comodidades y a que todo gire a su alrededor...

    Neutrino, pues sí, lo llaman progreso... Sólo es bueno lo que es rentable económicamente, ya se sabe... Besos!!

    ResponderEliminar
  5. Vicky! Qué ilusión tu comentario :D Me alegro de que te haya gustado. A mí personalmente lo que más me gustó fue el fondo, con Yorkshire y los páramos, es que simplemente me encanta.

    A ver si nos pasamos más a menudo por nuestros blogs. Y ya te comentaré sobre más libros :)

    ResponderEliminar
  6. Me llamarás ignorante, pero no conocía esta carta. Ahora que la he leído me gusta como lo hace cualquier texto que invite a la reflexión.

    "...la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella." Se destila sabiduría en cada frase.

    Si pensamos en esa parte real del Progreso propiamente dicho que se pierde al ignorar la cosmovisión de estas culturas, o -yendo un poco más al sur pero partiendo del mismo origen- todos los conocimientos que se perdieron para siempre con la desaparición de la esencia maya, por ejemplo, nos damos cuenta de que muchas veces lo que hacemos al intentar avanzar es retroceder.

    Me ha parecido interesantísima. Besos, guapa.

    ResponderEliminar
  7. Desde luego, estoy contigo. Los hombres de antes eran animales. Los hombres de hoy no lo somos, estamos vacíos por dentro, porque no tenemos contacto con la naturaleza.
    Yo preferiría ser como ellos.

    ResponderEliminar
  8. Que interesante carta Vicky, me ha gustado mucho, realmente esta llena de principios muy humanos que cada dia hacen mas falta en el mundo que estamos viviendo. Y como ha dicho el jefe Seattle, se tendría que enseñar a la gente a amar la tierra, la naturaleza,... a amarse a si mismo para una vida mejor. ¡¡¡Besitos!!!

    ResponderEliminar
  9. Eys!!! Ele!!! Cuánto tiempo, guapísima! Bueno, yo sí sigo lo que escribes... Ya sabes que me encanta :-D Y, bueno, ya que hablaste de ese libro, no podía dejar de comentarlo :-D A ver si hablamos, guapa ;-)

    Misterioso, no es que seas ignorante, hombre... XD Me alegra que te haya gustado... Y estoy totalmente de acuerdo contigo... Lo que se hizo con mayas, incas, aztecas, etc. me da una rabia increíble...

    Javier, me apunto a eso...

    Sky, me alegro de que a ti también te haya gustado :-D La verdad es que hay mucha sabiduría en esa carta... También suscribo lo que dices... Besos!!

    ResponderEliminar

No te escondas.